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Cumbre de la FAO: Invertimos en agricultura


En la lucha contra el hambre es imprescindible desarrollar la actividad agrícola en el medio rural de los países del Sur. Sin embargo, la cumbre de la FAO cerró sin aprobar ninguna financiación.
Mil millones de personas en el mundo están sufriendo hambre. Esta cifra nunca ha sido tan elevada en toda la historia de la humanidad. Es un triste record, pero no es ninguna fatalidad. La situación actual tiene su orígen en un cúmulo de factores, de los que algunos proceden directamente de las políticas comerciales y agrícolas de los últimos decenios. Los responsables son numerosos: los Estados, la Organización mundial del Comercio, el Banco Mundial, algunas organizaciones de la ONU…

Aislamiento

Lejos del ruido mediático que provocaron los motines del hambre en las ciudades, se sabe que las tres cuartas partes de los mil millones de hambrientos viven en poblados rurales y dependen de forma directa o indirecta de la agricultura para sobrevivir. Una parte de ellos son familias de productores, dueños de pequeñas superficies de terreno dónde cultivan para su propia  subsistencia y algún producto para vender, son lo que en el Norte llamamos "pequeños productores". Otra parte de los que sufren hambre son los jornaleros, agricultores sin tierra que tienen que trabajar para otros y dependen de la demanda de mano de obra.

Uno de los problemas claves de las familias de agricultores es el aislamiento. Están aisladas en un extremo de la cadena de distribución y no tienen los recursos para organizarse. No tienen acceso a la evolución de los precios, a las herramientas para transformar sus productos, al asesoramiento para mejorar sus cosechas o al transporte para exportar. Por otra parte, los agricultores sin tierras son dependientes y su situación es muy precaria. Todo eso les conduce a aceptar cada día condiciones de trabajo miserables. Y cuando no hay trabajo, el hambre toma el relevo.

Una agricultura desanimada

Hoy, la “revolución verde” alcanza sus límites. Las cosechas no aumentan más y las tierras son cada vez más objetos de codicia. La competencia en cuanto a la pertenencia de los terrenos está aumentando a causa de nuevas necesidades: en los países en vía de desarrollo, docenas de millones de personas cambian de dieta al comer más carne, mucho más exigente en terreno agrícola que una dieta vegetariana. En algunas regiones de América del Sur, los cultivos de cereales para producir agro carburantes reemplazan los cereales destinados a los humanos.

A escala mundial, entre otros en la OMC, las políticas comerciales han animado una especialización de las producciones en cada país dentro del contexto de un gran mercado mundial: el arroz para Tailandia, el maíz para los Estados Unidos… Numerosos países en vía de desarrollo no se han visto animados a desarrollar su sector agrícola. Numerosos agricultores y sus hijos tuvieron que irse del campo para buscar trabajo en las grandes metrópolis, terminando su viaje en un barrio de chabolas.

Actuar a favor de las agriculturas del Sur

Cuando faltan los alimentos, el equilibrio mundial está amenazado. Los países que no son autosuficientes en alimentos imprescindibles pueden enfrentarse a penurias. Entre las conclusiones de la cumbre de la FAO no figura ningún compromiso financiero. Sin embargo, es muy urgente invertir en el apoyo al sector agrícola. Según Jacques Diouf, director de la FAO, bastaría con 30.000 millones de dólares.

Cada día, el Comercio Justo apoya a los agricultores del Sur para que capitalicen sus conocimientos para ser los líderes de su propio porvenir. De hecho, apoyar la actividad agrícola es fomentar el desarrollo económico y social en las zonas rurales. Desgraciadamente, el Comercio Justo todavía está marginado dentro del comercio mundial. La acción pública también tiene que ir en este sentido.

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